HISTORIAS RELEVANTES...
La escuela en revisión.
Cuando se
inicia el siglo XX, las naciones sudamericanas habían producido un proceso de
modernización cultural impulsada desde el Estado, especialmente a través de las
leyes educacionales. Sin embargo, no se había consolidado del mismo modo ese
otro proceso moderno que es el de la ampliación de la ciudadanía, ya que el
Estado era administrado por una minoría con un bajo nivel de participación
política. Ese contraste fue un terreno propicio para el florecimiento de
demandas políticas crecientes, reclamando la inclusión de sectores sociales,
ideas políticas y derechos sociales. En la consolidación de ese clima cultural
y político modernizador, el normalismo resultó uno de los pilares fundamentales
de los procesos de regulación social, configurándose como una corriente
político-pedagógica que se articuló con el proyecto de construcción de una
Argentina moderna. En este marco, produjo pautas de comportamiento,
procedimientos, reglas y obligaciones que ordenaron y regularon cómo se debía
desarrollar la profesión de enseñar, actuar en la escuela, estar, sentirse y
hablar de ella, impactando en el modo en que los sujetos docentes construyeron
sus experiencias subjetivas y asumieron una identidad en cuestiones pedagógicas
y sociales en un sentido más amplio. Los orígenes del trabajo de enseñar y del
formato escolar moderno habían marcado una preponderancia de la organización
escolar centrada en la figura del/a adulto/a docente. En las primeras décadas
del siglo XX, el conocimiento de nuevas corrientes psicológicas y las
propuestas renovadoras de la Escuela Nueva (de las que hablaremos en extenso en
este capítulo), requirieron poner mayor énfasis y cuidado en las y los jóvenes
alumna/os y una renovación de los aspectos cotidianos de la dinámica escolar.
De allí que es relevante historizar las luchas que entablaron los distintos
grupos sociales en el seno del Estado por la adjudicación de valor entre estos
diferentes capitales culturales. Los elementos antes mencionados generaron las
condiciones de posibilidad para el despliegue de alternativas y concepciones
renovadoras: las insuficiencias que mostraban las instituciones generadas en el
siglo anterior y la crisis social que se hacía evidente en amplios sectores
urbanos, en particular en niñas, niños y jóvenes de sectores populares. En
segundo lugar, estaba en retroceso el apoyo en la ciencia positivista y en las
explicaciones y recomendaciones que habían generado la biología y la higiene
como paradigma conceptual de la época. Como tercer componente, el
cuestionamiento a las perspectivas desarrolladas hacia lo femenino,
fundamentalmente la separación en escuelas para hombres y mujeres, la
persistente propuesta de la coeducación y un lugar más jerarquizado para las
educadoras y alumnas. La producción pedagógica, psicológica y sociológica del
siglo XX contribuyó a desarrollar nuevos modelos e intervenciones sobre las concepciones
y las políticas de formación desarrolladas durante el siglo XIX y comienzos del
XX. Se había instalado ya la necesidad de revisar las condiciones laborales, el
rol de la mujer en esas tareas de responsabilidad social y el cuestionamiento
hacia la posición subordinada que el sistema educativo había consolidado para
ellas y, en particular, para las docentes. En ese terreno, también se ponía en
juego una disputa por los métodos de la docencia, por lo que ellos encerraban y
por lo que construían en la micro y la macro política educativa. En esa
contienda, aparecían tensiones, relevos y sincretismos entre distintos modelos
clásicos y nuevos que, para algunos educadores más que para otros, significaban
construir una posición (irreverente o sumisa, crítica o renovadora) hacia la
prescripción metodológica centralizada, que regulaba el trabajo de enseñar.
También las fuentes históricas dan cuenta de cómo mucha/os educadora/es fueron
cobrando mayor autonomía en su voz, ocupándose y/o denunciando la desigualdad y
la injusticia y el lugar de su tarea en relación con ello. La ciudad de Rosario
en esos años fue un terreno de experimentación muy significativo que desarrolló
reflexión y organización educacional. Así se hizo evidente que otras pedagogías
eran posibles, así como un espacio de discusión y desarrollo de alternativas
que generaron las condiciones de posibilidad para entrar en un diálogo
productivo con el movimiento de escuela nueva.7 Se trató de un nucleamiento que
reunió a Dolores Dabat (1889-1940), quien dirigió la Escuela Normal Nro. 2 de
Rosario entre 1920 y 1940, y la Asociación de Ex Alumnas de la misma escuela.6
Esas educadoras pusieron en marcha la Escuela al Aire Libre o escuela de
Puertas Abiertas (surgida en 1916) que adoptó una organización no graduada y
sin horarios rígidos.8 Enclavada en el espacio físico del hipódromo, la
escuela, a la que se le asignó el nombre de Francisco Podestá, recibía a los
hijos de empleados hípicos y también a quienes realizaban trabajos en la calle
(lustrabotas, canillitas, etc.), a los no escolarizados de los márgenes
rosarinos para enseñarles a leer y a escribir. Lo hacían con las pizarras
destinadas a las apuestas del hipódromo instalado en el Parque Independencia.9
De los 150 alumnos que las jóvenes maestras recibieron el primer año, “el 60%
aprendió a leer, escribir y contar en períodos no mayores a seis meses” (Acta
de fundación de la Asociación de Ex Alumnas de la Escuela Normal N° 2, art. 1,
3 de julio de 1927). Combinando expresiones típicas de ese momento histórico
junto con otras más innovadoras, esas docentes impulsaban una “educación moral,
intelectual y física” a niños y niñas, con las condiciones concretas que tenían
en ese lugar. Además, recorrían el barrio, visitando casas y hogares humildes
para hablar con madres y padres de familia y convocar a sus hija/os a ese
proyecto educativo innovador, que facilitaba la alfabetización de quienes
tenían otras ocupaciones. El aprendizaje teórico iba acompañado por prácticas
conjuntas de espacios comunitarios en la huerta, el gallinero, la colmena y el
ordeñe de las vacas del lugar. Se fue construyendo un espacio en el cual se
ofrecía a las y los alumna/os de muy diversas edades un taller de cestería y un
taller de corte y confección, de tal forma de proveerlos de un oficio (Zoppi,
2017). La escuela fue defendida por la Federación de Maestros proponiendo
incluso “crear otras similares a la mencionada de acuerdo con las modalidades
sociales y económicas del lugar…
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