HERRAMIENTAS PARA LA PRESENCIALIDAD...
"El propósito de este capítulo fue tematizar el conocimiento
didáctico fundado sobre la presencialidad para resolver un problema surgido en
el confinamiento: sostener la mediación didáctica como una condición
fundamental para apoyar los procesos de alfabetización en los hogares, bajo un
enfoque constructivista. La premisa fue que las anticipaciones fundamentadas en
el acervo teórico y práctico, proveniente de la investigación didáctica, harían
viable la orientación que las familias requerían. La primera evidencia de la viabilidad de esta
premisa fue la conceptualización y el diseño del programa alfabetizar a la
Distancia para Evadir el Rezago. El diseño incluyó la definición de soluciones
específicas para orientar los aprendizajes de los niños y para orientar la
mediación de los acompañantes. Las principales herramientas para fundamentar
nuestras decisiones fueron, desde luego, los planteamientos de la Didáctica de
la lengua de orientación constructivista, así como algunos conceptos de la
Teoría de las Situaciones Didácticas propuesta por Brousseau (2007) y la Teoría
de la acción Didáctica Conjunta, propuesta por Sensevy y Mercier (2007). Estos
mismos referentes fueron fuente de inspiración y consulta durante la
realización del programa. Compartimos nuestras reflexiones sobre lo que
consideramos útil en esta experiencia de análisis permanente entre la teoría y
los desafíos de orden práctico. Definición del medio El diseño de cada una de
las situaciones para el trabajo en casa requería la consideración de los
saberes previos de los niños y un problema que los confrontaba para posibilitar
la ampliación o transformación de esos saberes. Un primer desafío fue la
construcción de un medio que cumpliera con el requisito de ofrecer sentido al
problema propuesto a los niños; de hacer necesario que los niños pusieran en
juego sus saberes y que, llegado el momento, los desestabilizara a tal grado
que posibilitara su transformación. Los criterios y variables descritos en el
acervo de proyectos de enseñanza para la presencialidad mostraron ser válidos
para el diseño de situaciones didácticas en la distancia. Un segundo desafío
sobre el diseño de las situaciones fue asegurar un nivel suficiente de
continuidad y diversidad de experiencias para el aprendizaje de los niños.
Dadas las restricciones impuestas por el confinamiento, nuestra propuesta fue
replantear el criterio de continuidad. En la didáctica constructivista, la
continuidad ocurre a través de una cadena de situaciones enmarcada en un
proyecto. En nuestro caso, la continuidad se manifestó en el abordaje
sistemático de los problemas y experiencias propuestos a cada niño, en función
del momento de aprendizaje en que se encontraba. no recurrimos a una cadena de
situaciones, pero sí hubo un orden lógico en la asignación de las actividades.
Este orden también consideró la diversidad de situaciones y la diversidad de
intervenciones necesarias para movilizar los aprendizajes. Elección de
orientaciones El propósito de cada situación de aprendizaje fue la movilización
de las ideas o estrategias iniciales de los niños y su transformación hacia un
estado de elaboración más avanzado. El desafío era que los acompañantes
pudieran tender los puentes necesarios para lograr este propósito. Las
orientaciones seleccionadas para cada situación apelaron al mecanismo
devolución del problema a los niños y regulación de las acciones por parte del
acompañante. La articulación entre propósitos de aprendizaje y una mediación
acorde fue una condición indispensable para movilizar los saberes de los niños.
Por ello, definir las orientaciones de cada situación fue uno de los aspectos
de mayor complejidad en el programa. Contrato y aceptación de error La
disposición de un ambiente seguro para los niños planteó el desafío de la
apertura y aceptación, por parte de los acompañantes, a las respuestas no
convencionales de los niños. El contrato comunicativo con los acompañantes fue
crucial para establecer diálogos centrados en anticipar la manera en que los
niños podrían resolver las actividades y lo que ellos podían hacer al respecto.
Hablar sobre ‘la respuesta esperada de los niños’ y ‘las estrategias de
mediación posibles’ dio cierta tranquilidad para los acompañantes. La
continuidad de la comunicación derivó en un cambio de actitud frente a las respuestas
y escrituras de los niños. Paulatinamente, los acompañantes (re)conocieron a
los niños como aprendices curiosos y capaces de enfrentar la lectura y
escritura con cierta autonomía. Reconceptualizaron sus ideas sobre “lo que
ayuda” a los niños, sobre lo que es enseñar y los complicados procesos que los
niños ponen en juego al aprender a leer y a escribir. Consideramos que, si esto
fue posible a la distancia, a manos de acompañantes no expertos, con una fuerte
carga de restricciones por la pandemia, también será posible en el ámbito de la
formación y práctica docente, a condición de tener en cuenta la dinámica entre
criterios, variables y efectos en el desempeño de los niños que hemos
analizado. Posicionamiento de los mediadores La actitud receptiva de los
acompañantes posibilitó plantear el desafío de posicionarlos como mediadores en
los procesos de aprendizaje de sus niños. Las orientaciones que circularon por
distintos medios (a través de las fichas, de mensajes vía WhatsApp o reuniones
virtuales) sentaron las bases para que se animaran a realizar las sugerencias
de intervención sin el temor a equivocarse. La retroalimentación se formuló a
partir del efecto que las acciones de los acompañantes tenían en el desempeño
de los niños. además, había un antecedente de reflexión conjunta para los
acuerdos sobre futuras intervenciones. Este ambiente favoreció la actitud
positiva de los acompañantes ante las dificultades que expresaban para
comprender o apropiarse de algunas recomendaciones. Constatamos que la mediación
es una práctica que se instala a medida que el acompañante la ejerce y que se
beneficia de la interlocución con alguien más experto. Esta nota es muy importante para la formación
docente. El formador (el experto) es la figura a cargo de disponer las
condiciones para posicionar a los docentes en formación en la ruta de su
aprendizaje como mediadores. Marcos epistemológicos y formación docente La
experiencia del programa ayuda a evidenciar la vitalidad de la Didáctica de la
lengua escrita desde la perspectiva constructivista y de las teorías didácticas
que han aportado a su desarrollo, en el sentido expresado por Ferreiro y
Teberosky (1979) sobre la validez de las teorías científicas: (...) una de las
maneras de probar su validez general es tratar de aplicarla a dominios aún
inexplorados desde esa perspectiva, teniendo buen cuidado de diferenciar lo que
significa utilizar ese marco teórico para engendrar nuevas hipótesis y poner de
manifiesto nuevos observables (p, 32). Hemos constatado la validez de la
Didáctica constructivista para responder a contextos contingentes (dominios aún
no explorados) y para abrir nuevas hipótesis y observables, como ocurrió con
respecto a la figura del acompañante como mediador didáctico. La experiencia
del programa también destaca el valor de las familias en el acompañamiento de
los niños y la necesidad de participar - desde esta postura teórica - en el
debate sobre la relación entre la escuela y las familias alrededor del
aprendizaje de contenidos específicos, una relación que va más allá del
involucramiento habitual que se les exige a las familias. antes de cerrar,
queremos retomar el problema que abre la pregunta del título “¿Cómo formarse
para enseñar a leer y a escribir?” a propósito de la experiencia analizada,
señalamos que formarse como alfabetizador es formarse como mediador entre los
aprendices y la lengua escrita como objeto de conocimiento. Esta formación
implica la construcción de un bagaje sobre el aprendizaje y sobre la enseñanza
que permita tomar decisiones sobre la diversidad de acciones que transcurren en
el desarrollo de una clase. Las referencias conceptuales, teóricas y prácticas,
son las herramientas para ajustar de forma reflexiva y situada el quehacer
docente (sus intervenciones durante el desarrollo de la situación de
aprendizaje), su decir (sus preguntas o comentarios), su callar (el silencio
propio que permite dar o sostener la voz a los estudiantes) o su prever
(seleccionar la situación de aprendizaje o anticipar la organización de la clase)
con la intención de guiar las reflexiones metalingüísticas de sus estudiantes
en un nivel de suficiencia. Todas estas acciones didácticas reguladas e
intencionadas son parte de la mediación didáctica. Cuando el docente interviene
de esta manera, él y sus estudiantes participan en la construcción de
conocimiento. Por ello, elegimos tematizar la mediación como problema
didáctico. Como vemos, la mediación didáctica es un conjunto de acciones e
interacciones articuladas por un doble propósito: crear la desestabilización
cognitiva de los saberes de los estudiantes y ayudarlos a desarrollar nuevos
conocimientos o estrategias para coordinar las distintas informaciones que
poseen. La complejidad, o diríamos la especialidad, de la mediación radica en
una lógica simultánea de deconstrucción y reconstrucción. ¿Cómo apoyar el
desarrollo de estos saberes? Destacamos la función central de los formadores de
docentes como orientadores para tematizar las implicaciones de la toma de
postura ante un determinado marco epistémico. Repensemos esta idea en función
de la experiencia del proyecto aDER. Las necesidades y desafíos derivados de un
determinado fenómeno educativo, como ha sido la pandemia, admiten numerosas
alternativas de respuesta. Desde distintos marcos epistémicos, e incluso, desde
diversas aristas de una misma perspectiva conceptual, es posible discutir y
generar propuestas de trabajo en el aula. Durante su formación, los estudiantes
requieren orientación para discutir la manera en la que cada marco epistémico de
referencia lleva a propuestas de enseñanza específicas y produce efectos
-también específicos- en el aprendizaje de los niños. La tematización sobre la
incidencia de los diversos marcos en las acciones educativas es parte del
conocimiento didáctico que los futuros docentes requieren construir. La
comprensión de los marcos epistemológicos, sus alcances y particularidades, es
un mecanismo para posicionar a los estudiantes como profesionales capaces de
interpretar las necesidades de los entornos en los que participan y las
numerosas propuestas de enseñanza que circulan en el ambiente educativo. La
consideración reflexiva de los marcos epistemológicos otorga autonomía
intelectual y práctica a los docentes. Esto quiere decir que, sin desconocer
que la práctica profesional se desarrolla bajo políticas rectoras del sistema
educativo, el conocimiento especializado disciplinar y didáctico que posee un
docente le permite ajustar aspectos de la macro política y/o tomar decisiones
que garanticen el derecho de alfabetización de los niños en su clase (una
dimensión micropolítica del quehacer docente). Esto se traduce en la
posibilidad de encontrar y construir certidumbre para el propio quehacer y, en
consecuencia, para apoyar los trayectos educativos de los niños. En un mundo
que cambia cada vez más rápido y que, lamentablemente, anuncia otras crisis con
efectos prolongados, construir certidumbre es un saber de alto valor para la
sociedad. Tenemos la convicción de que formarse en la didáctica de orientación
constructivista posibilita la construcción de esas capacidades..."
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