Escuelas ¿que cambian el mundo?...

 



"Tras un día intenso y tremendamente enriquecedor, tengo reservada una cena con padres y madres de los alumnos. Siempre hay que tener en cuenta su visión ya que es muy valiosa. Ahora hay muchísimas familias que se plantean dónde llevar a sus hijos e hijas ya no solo por cercanía, sino también por otras razones. Quieren que sus hijos sean felices y tengan la posibilidad de sacar todo su potencial creativo y humano. Últimamente se ha notado este cambio de perspectiva tanto en padres como en docentes. No quiero irme de Sils sin conocer antes la opinión de otra pata fundamental de la educación: las familias. Así que le propongo a Iolanda que organice una cena con algunos padres y madres que puedan venir como representación. Y entre plato y plato conversamos sobre el instituto. —En primer lugar —les digo—, gracias por estar aquí conmigo hoy. Era muy importante para mí poder escucharos como familias de Sils que sois. Primero, me gustaría saber si, antes de traer aquí a vuestros hijos, conocíais el instituto, cómo funcionaba, o si os llevasteis una sorpresa al llegar. —Con la jornada de puertas abiertas que hicieron hace dos años —comenta una madre—, mi hijo tuvo muy claro que quería venir a este instituto, y yo estaba de acuerdo con él. El sistema tradicional no me sirve ni me ofrece nada que valga la pena. Después de mucho insistir, su padre accedió. Y se le ve superfeliz. —¿En qué curso está ahora tu hijo? —Ahora está en 3.º de ESO y otro en 3.º de Primaria. Y teniendo en cuenta que pasan más horas en el instituto que en casa, y ya no solo por eso, sino por la importancia de lo que aprenden allí, consideré que era muy importante decidir dónde iba a pasar nuestro hijo toda su adolescencia. Quiero que haya continuidad y unos valores en todo lo que se trabaje. —¿Y vosotros? —pregunto a otra madre que está sentada frente a mí. —Nosotros tenemos una hija en 4.º de ESO en el instituto. —¿Y está feliz? —¿Sabes? Está algo triste porque sabe que el año que viene ya no estará aquí. Le encanta lo que hacen. Me lo ha dicho tantas veces... —Yo creo que el sistema no ayuda demasiado, ¿no crees? —señala un padre que acaba de llegar hace apenas un minuto y que ha dejado su chaqueta sobre la silla—. En el caso de Primaria tal vez sí que existe vocación por parte de los profesores, pero en el caso de Secundaria acceden profesionales de otra rama distinta a la educación, y algunos sentirán amor por esta profesión, pero otros quizá no tanto. —Si se les pide a los chicos que vayan con ganas al instituto, esa misma actitud debería mostrar cada día el profesor o profesora —dice otro padre en un tono convencido. Y me pareció un comentario muy acertado. Todos hemos conocido, a lo largo de nuestra vida, a algún docente que percibe el ir a su trabajo cada día como si fuera a la guerra, a luchar contra veintiocho chicos y chicas cuya misión es hacerle la vida imposible. Si vas al instituto con ese estado de ánimo, difícilmente, tras cruzar la puerta de la clase, consigas contagiar pasión a tus alumnos. Lo primero que debes tener claro es que a esas edades los chicos y chicas tienen otras necesidades que las que puede tener un adulto. —¿Y qué pensáis de su participación en la sociedad? ¿Realmente tiene impacto en sus vidas lo que hacen en el instituto? Una de las madres que ha permanecido callada me hace un gesto con la mano mientras asiente con la cabeza y sonríe. Con tantas señales, la palabra es suya: —Mi hija empezó hace quince días el Grupo de Servicio en el geriátrico, y al primer día de estar allí, llegó a casa y empezó a contarnos cosas: «Cuando llegué a la residencia, una mujer empezó a explicarme su vida...». Y lloraba (¡la nena, eh!)... Y me dijo: «Mama, mai et portaré a un geriàtric [“nunca te llevaré a un geriátrico”]. Voy a montar un hotel y vendrás conmigo». ¡Como si fuera una niña pequeña! Y tú piensas: esto, si no lo vive ella en primera persona... Es una experiencia inolvidable. Dice que es algo que no olvidará jamás. Y es que las vivencias... Por mucha teoría que te den, si no las vives, no te llegan hasta lo más profundo. Oyendo estos testimonios, uno piensa: ¿cómo evaluar algo así? Pero, por otro lado, si nuestra intención es formar personas, experiencias como estas son parte indiscutiblemente de la evaluación global del comportamiento humano. Somos seres sociales, y nuestra interacción con todos aquellos que constituyen nuestro entorno nos define. Y en la vida evaluamos de forma constante para intentar ser mejores, en lo personal y en lo laboral. Así que en los centros educativos debería tomarse nuestro comportamiento social como una materia más para evaluar. —¿Qué fue lo que hizo que os decidieseis a llevar a vuestros hijos a un instituto que hace cosas distintas? ¿No resultaba arriesgado? —les pregunto. —De alguna forma era ir hacia lo desconocido, ¿no? —comenta una madre—. La gente decía: «No hacen deberes, no hay exámenes...», y es que para muchos es la única manera de que funcionen las cosas, porque siempre lo hemos hecho así. Y sí, teníamos ciertos recelos, pero, a la vez, muchas ganas de probar. Investigamos un poco y descubrimos que los chicos y chicas iban felices al instituto de Sils. Y eso es muy importante. —La maestra de la escuela de mi hijo me dijo: «¿Cómo vas a llevar a tu hijo a ese instituto? Puede ir al que quiera». «Por eso le llevamos a Sils —le contesté —, porque es al que quiere él y nosotros también. Los conocimientos podrá adquirirlos donde quiera y siempre que quiera (y en este instituto también). Pero ¿y crecer como persona? ¿Y los valores?» —explica una madre. —Yo tengo un chico en 2.º de ESO —dice otra—, y a nosotros nos motivó el que se tuviera en cuenta el factor humano, especialmente en una fase en la que se está formando su personalidad. En ese sentido, cuando exploramos las diversas opciones, fuimos a la jornada de puertas abiertas del instituto. Salimos muy contentos porque la presentación la estaban haciendo los propios alumnos que en ese momento estaban en 1.º de ESO. Y vi una frescura en todo aquello. —Entonces ¿las sensaciones eran buenas? —Sí, sí, totalmente. Pero estábamos algo preocupados, claro. A nuestro hijo se le daba bien estudiar. No queríamos que el estar aquí perjudicara su rendimiento académico. Sin embargo, estábamos convencidos de que siempre se está a tiempo para adquirir conocimientos. Y es mucho más enriquecedora esa habilidad que desarrollan para desenvolverse en un mundo tan complejo como este. Y eso era precisamente lo que enseñaban en Sils; esa era la gran diferencia. —Y ahora, dos años después, ¿cómo lo ves? —Entrar en el instituto fue un punto de inflexión en la educación de nuestro hijo. Desempeñaba dos roles: el rol de alumno y el de hijo en casa. Este último era duro, de típico adolescente, y nos resultó difícil de llevar. Con el paso del tiempo, se está dando cuenta de que no se puede ir así por la vida. Ahora tiene catorce años y ya, a esta edad, está aterrizando en un plano más... terrenal. Dice: «Me conozco más, para conseguir lo que quiero hay maneras y maneras, y debo actuar teniendo en cuenta que no vivo solo en el mundo y que hay más gente a mi alrededor...». Y creo que en este aspecto está aprendiendo y que tiene mucho que ver el modelo educativo que imparten en este instituto. —Sí, van madurando. Algo parecido me pasó con mi hija —confirma otra de las madres. —Y en cuanto a la relación instituto-familias, ¿existe un diálogo fluido? — pregunto—. Porque en estos tiempos ha ganado peso el grupo de iguales, y ha perdido fuerza lo que es la comunidad, incluso la familia, ¿no creéis? —Ah, sí, totalmente. Y ahí el papel del instituto ha sido tremendamente importante para nuestros hijos, porque hay acciones que pueden llevarse a cabo con ese grupo de iguales y que nos resultaría imposible tratar de forma individual con nuestros hijos. Con todas estas conclusiones termina la noche. Sin duda son opiniones muy importantes a tener en cuenta, pues cuando se habla de los adolescentes y de sus estudios, muchas veces se tiende a olvidar a los padres en relación con el ámbito educativo. Sin embargo, siguen teniendo tanta importancia como en Primaria, si no más. Y siempre hay que tener presentes sus opiniones. Al día siguiente me espera el Consejo de Alumnos y ese claustro tan especial al que ha hecho referencia Iolanda. Habrá que estar atentos a cuanto se diga all..."

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