ANALIZANDO FORMAS DE ENSEÑAR...
“Un “marco” es una estructura mental que
modela nuestra forma de ver el mundo. Determina nuestra manera de
relacionarnos, los objetivos que nos proponemos, la planificación de nuestro
trabajo y lo que valoramos como bueno y malo en cada una de las decisiones que
tomamos cada día. Así pues, decimos que nos movemos en el marco de tal o cual
ideología, en determinado marco legal, que enmarcamos nuestra práctica
profesional en un marco teórico concreto o que para hacer algo hemos llegado a
un acuerdo marco.
En todos los casos el marco tiene dos
características: define una forma singular de explicar algo y proporciona
límites que excluyen otras maneras de entender la realidad. Por eso decimos que
“algo se sale del marco legal establecido” o escuchamos en alguna reunión que
“determinada propuesta no tiene cabida en el marco de la organización”. Esto
sucede día a día en los centros educativos al igual que en el resto de lugares
donde se desarrolla nuestra vida profesional y cotidiana.
Una característica que me gustaría
destacar es que muchos de los marcos que utilizamos para entender la realidad y
obrar en consecuencia han sido labrados a lo largo de toda nuestra vida sin ser
cuestionados de forma importante. Son formas de entender la realidad que hemos
adquirido a lo largo de los años. En estos casos es especialmente difícil
buscar nuevos marcos para entender la realidad, ya que han formado parte íntima
de nuestro desarrollo como personas. La enseñanza es una de ellas.
En este libro quiero invitarte a que
reflexiones sobre “el marco de la enseñanza”. Que hagas un esfuerzo por
desvestir la enseñanza que has vivido a lo largo de toda la vida de los
supuestos que la han construido tal y como es en la actualidad y busquemos
juntos una forma de enseñar que responda mejor a tus expectativas como docente.
¿Cuál es el ‘marco’ que utilizamos para diseñar nuestras clases día a día? ¿Es
útil para que los alumnos aprendan lo que realmente necesitan aprender en el
mundo que les tocará vivir en los próximos cuarenta o cincuenta años?
Como docente –y antes como estudiante–
seguro que estás acostumbrado a identificar la enseñanza con la transmisión de
contenidos. Esto sucede porque ese es uno de los grandes principios sobre los
que está construido “el marco de la enseñanza tradicional”. En tu época de
alumno asumiste que aprender era lo mismo que acumular contenidos en tu cerebro
con el objetivo fundamental de superar una prueba que comprobara que efectivamente
estaban allí alojados. Esto sucedía porque se identificaba el éxito académico
con esta forma de entender el conocimiento. Algo que aún ocurre en muchas escuelas
del país.
Con este marco de pensamiento
organizando una gran proporción de los centros educativos, una parte importante
de tu trabajo como docente consiste en preparar a los alumnos para ser capaces
de reproducir esos contenidos en exámenes realizados de forma solitaria y con
un alto grado de estrés. Además, debes presentar los contenidos en materias inconexas
entre sí y organizados de forma lineal con criterios que atienden a la lógica
de la propia ciencia –matemática, historia, biología, etc.– y no de las
necesidades de aprendiza[1]je
de tus alumnos. Después, los contenidos se secuencian en unidades cada vez más
pequeñas que –en el mejor de los casos– son evaluadas varias veces a lo largo
del curso en la errónea suposición de que superar las pruebas parciales
garantizará un aprendizaje global de esa materia. Nada más lejos de la
realidad. Además, para que todo esto pueda hacerse con respeto al rigor
científico, solo podrás tratar los contenidos dentro del centro educativo.
Aquello que se aprende fuera no tiene suficiente crédito académico. Este marco
es el que describe la enseñanza en gran parte de las escuelas del país.
El personal contratado, la organización
del tiempo y el espacio, las normas, las actividades, la evaluación, las
relaciones internas y externas responden a él. Sin embargo, es un marco que no
responde a lo que tanto tú como yo podemos ver a diario en nuestras clases. A diario compruebo que:
• Mis alumnos aprenden mejor fuera que
dentro de las aulas.
• Mis alumnos solo aprenden lo que les
es útil en términos concretos. Nada que suponga un trabajo aislado es
interesante para los alumnos. El conocimiento tiene utilidad para mis alumnos
en la medida que es una herramienta con valor social.
• La realidad –tal y como la perciben
mis alumnos– es inabarcable, ya que la información que alberga internet así lo
es. No pretenden poseer todo el conocimiento. Se valora mucho más saber dónde
encontrar lo que se necesita saber que saberlo.
• Los materiales de enseñanza son
eficaces en la medida que forman parte de la realidad.
• La frontera entre el tiempo escolar y
el tiempo extraescolar no es significativa en términos de aprendizaje.
• Mis alumnos aprenden en la medida en
que se sienten partícipes directos del aprendizaje. Esto significa: sentirse
creadores de los contenidos que aprenden y ser capaces de construir con ellos
algo a lo que sumarse vitalmente. Debe tener las características del resto de
contenidos que construyen el mundo que viven a diario en los medios de comunicación
y las redes sociales.
• La fuente de información ya no es el
docente exclusivamente y los alumnos no conceden a sus profesores la autoridad
exclusiva sobre el conocimiento. ¿Qué ha cambiado tan radicalmente a mis
alumnos?
Ahora la novedad es la explosión de un
mundo globalizado y en red. Un mundo en el que los alumnos pueden disponer de
información, crearla, difundirla. Todo esto ha variado radicalmente las
condiciones sobre las que edificar el marco de la enseñanza. Convivimos con
unos alumnos que disponen de herramientas para establecer una amplia red de
relaciones, conectividad estable las 24 horas y más información de la que
pueden consumir. Aprenden de forma constante. Aprenden todo el tiempo y en
todos los momentos del día. Todos los canales que tienen constantemente
abiertos ofrecen información relevante para ellos, contextualizada y útil. Este
es el marco en el que los alumnos aprenden. ¿Cómo construir un nuevo marco para
la enseñanza que responda a sus necesidades de aprender en una sociedad conectada?
Mi propuesta es que intentemos
explorarlo contestando a dos sencillas preguntas:
1. ¿Qué es importante, en términos de
aprendizaje, para los alumnos?
2. ¿Qué grado de integración tiene lo
aprendido en sus vidas? Cuando hacemos estas preguntas a los alumnos que han
terminado la Educación Secundaria, las respuestas son descorazonadoras.
Los alumnos han digerido y vomitado
cientos de contenidos que:
•
No consideraban interesantes.
•
No veían útiles ni en el corto ni en el medio plazo.
•
No se relacionaban en nada con sus experiencias vitales: no eran
significativos.
•
No han modelado en nada, o casi nada, su forma de ver el mundo en términos
cercanos o lo que es lo mismo:
–
No han mejorado su comprensión: no han encontrado nuevas claves que les
permitan conocer los mecanismos que explican fenómenos sociales o naturales de
relevancia para ellos.
– No han aumentado su compromiso: no les
han facilitado las claves para actuar en su entorno cercano promoviendo mejoras
personales y/o comunitarias.
Lo más terrible del caso es que cuando,
año tras año, imparto cursos de formación a docentes sobre metodología
didáctica, la respuesta que ellos ofrecen es parecida:
• Los docentes tampoco ven integrados
los contenidos de lo que enseñan en las vidas actuales de los alumnos.
• Dicen a sus alumnos que lo que les
enseñan les será útil en su vida adulta, aunque saben que nadie puede predecir
–cabalmente– cuáles serán los contenidos que tendrán utilidad dentro de dos
décadas en una sociedad como la actual.
•
Además, ellos –adultos– tampoco ven en los contenidos que enseñan demasiada
utilidad para sus propias vidas más allá del ejercicio de su labor docente. Es
decir, no son útiles en sus vidas cotidianas. Son contenidos de transmisión
cultural, no herramientas de creación cultural.
La conclusión es sencilla. Ni profesores
ni alumnos tienen demasiada confianza en que los contenidos que se estudian en
las aulas –o, mejor, la forma de tratarlos– vayan a tener mucha utilidad a
medio plazo.
Más allá que permitir el éxito en la
realización de nuevos exámenes que hagan posible acceder a otros espacios y
tiempos con contenidos tan inútiles –en términos concretos–como los anteriores:
• No son contenidos muy útiles para
comprender el mundo cercano en el que los alumnos se desenvuelven.
• No mueven al compromiso activo con la
comunidad en la que viven…” Continuará…
INTRODUCCION DEL LIBRO APRENDO POR QUE QUIERO
DE JUAN JOSE V. RAMIREZ. (BIBLIOTECA INNOVACION EDUCATUVA – 2021)
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