HABLEMOS DE RETROALIMENTACIÓN...

 


Claro está que la evaluación de los aprendizajes ocupa un lugar significativo en las agendas educativas. En los últimos tiempos, y especialmente en el contexto de la pandemia de COVID-19, los países han puesto el foco en repensar prácticas de evaluación de los aprendizajes y garantizar la continuidad pedagógica. Según un reciente mapeo mundial realizado por la UNESCO (2020), los países están optando por diferentes estrategias y normativas para hacer frente al desafío. Por ejemplo, tanto en Argentina como en Chile se decidió en 2020 y 2021 no evaluar con calificaciones numéricas y promover, en su lugar, el desarrollo de evaluaciones de carácter formativo —con el propósito de retroalimentar el proceso de aprendizaje para orientar a los estudiantes y a sus familias, siendo la continuidad pedagógica el objetivo principal (Consejo Federal de Educación, 2020; MINEDUC, 2020). Muchos docentes tuvieron la necesidad de rediseñar sus instrumentos de evaluación para poder implementarlos en la modalidad remota, proponiendo tareas domiciliarias que se alejaban de la tradicional prueba escrita y ofreciendo devoluciones por audio o escritas que permitieran a los estudiantes identificar los aspectos logrados de sus trabajos y trabajar en aquello que necesitaran corregir o mejorar. En este sentido, y más allá de la situación actual de pandemia, queda claro que no solo es necesario centrar el debate didáctico y pedagógico en la evaluación de los aprendizajes sino también concebir a los procesos de retroalimentación como herramientas fundamentales para la mejora de los aprendizajes. ¿Cuáles son las evidencias del impacto de la retroalimentación en los aprendizajes de los estudiantes? Nicol y Macfarlanedick (2006) realizan una revisión de las investigaciones acerca de la retroalimentación, abarcando más de 250 estudios. Los autores abordan esta cuestión posicionando la evaluación formativa y la retroalimentación dentro de un marco más amplio que abarca la autorregulación de la motivación y el comportamiento.  La única excepción fue para aquellos estudiantes que se encontraban cursando su último año de la escuela secundaria, quienes fueron calificados con una única nota numérica al final del año que resultaba necesario para certificar la finalización del proceso de escolarización.

A partir de la literatura relevada, identifican algunos principios de buenas prácticas de retroalimentación: (a) especificar cuál es el desempeño esperado y compartir los objetivos de aprendizaje; (b) facilitar el desarrollo de instancias de autoevaluación; (c) alentar el diálogo entre maestros y compañeros sobre el aprendizaje; (d) fomentar la motivación y el desarrollo de la autoestima de los estudiantes: (e) brindar oportunidades para cerrar la brecha entre el desempeño actual y el deseado; (f) proporcionar información a los maestros para reflexionar y repensar sus prácticas de enseñanza. Posteriormente Shute (2008) realiza una revisión de más de 100 investigaciones acerca del feedback y de las instancias de retroalimentación desde una perspectiva formativa, en interacciones presenciales y virtuales. Entre sus hallazgos, la autora advierte que para que una retroalimentación formativa sea valiosa, quien la recibe debe: (a) tener un motivo o una intención clara, (b) tener la oportunidad de poder tomar los aportes y utilizarlos para mejorar su desempeño y (c) tener los medios y la voluntad para poder hacerlo. Hattie y Timperley (2007) agregan que la retroalimentación durante el proceso es más beneficiosa cuando ayuda a los estudiantes a identificar y rechazar hipótesis erróneas y les proporciona orientaciones que les permiten elaborar estrategias para direcciones sus aprendizajes, ya que promueve la autorregulación y el desarrollo de tareas más desafiantes. Además, afirman que conduce a un mayor compromiso o interés adicional en las tareas y actividades influye en las creencias de los estudiantes sobre la importancia del esfuerzo. A su vez, el impacto de la retroalimentación ha sido investigado en contextos de educación a distancia. Con el objetivo de identificar las características de la retroalimentación como estrategia de evaluación durante el proceso de enseñanza y aprendizaje en entornos virtuales, Perez-Chaverri y Salas Soto (2016) realizaron una revisión bibliográfica de la literatura en inglés acerca del tema. Entre sus principales hallazgos advierten que la retroalimentación formativa en entornos virtuales se ve potenciada ya que el contexto ofrece una mayor inmediatez y flexibilidad. En un estudio reciente (UNESCO 2020b), realizado a raíz de la pandemia del COVID-19, encuestó a más de 10.300 docentes de diecinueve países de Latinoamérica acerca de sus prácticas de evaluación y retroalimentación formativa en un contexto de enseñanza y evaluación virtual y a distancia. Cuando se les preguntó a los encuestados acerca de la importancia que le asignaban a las distintas funciones que puede cumplir la evaluación formativa, asignaron a la retroalimentación la importancia promedio más alta, mientras que la calificación recibió la más baja. Sin embargo, pese a la gran importancia que le otorgaron a la retroalimentación, el 39,1% de los docentes encuestados identificaron a la falta de conocimiento y/o experiencia respecto a cómo retroalimentar adecuadamente como uno de los grandes obstáculos a la hora de llevar a cabo evaluaciones bajo el enfoque formativo. El estudio advierte que en un contexto de emergencia resulta importante ofrecerles a los docentes la mayor libertad posible para contextualizar los procesos de enseñanza, para así atender a la diversidad de sus estudiantes y asegurar una efectiva priorización curricular que incluya la retroalimentación de los procesos de aprendizaje. Aun si mucho se ha teorizado respecto de la retroalimentación desde el enfoque de la evaluación formativa, al día de hoy se encuentran pocos estudios experimentales controlados o en períodos prolongados. Se advierte que muchos de los estudios analizados son episódicos y se encuentran dispersos en diferentes entornos, lo cual dificulta la identificación de patrones o tendencias generalizables a gran escala. En todos los casos, los autores reconocen que se trata de un área en la cual se ha de seguir profundizando e investigando. Algunas advertencias a la hora de implementar prácticas de retroalimentación en el marco de la evaluación formativa Si bien existen estudios que dan cuenta de los beneficios de la retroalimentación formativa, las investigaciones también indican que su implementación conlleva algún grado de complejidad, tanto para los docentes como para los estudiantes. Ravela, Picaroni y Loureiro (2017) realizan una revisión de la literatura empírica acerca de la evaluación formativa, principalmente en la región de América Latina, entre 2008 y 2012. Sus resultados muestran que, si bien hay una tendencia hacia la realización de evaluaciones formativas en las aulas, son excepcionales los casos en los que efectivamente se implementan instancias de retroalimentación formativa. Los autores reconocen que en la mayoría de los casos estudiados se presentan comentarios de estímulo, como “muy bien”, “te felicito”, “necesitás esforzarte un poco más” que acompañan calificaciones o puntajes. Los autores advierten que estas instancias no son suficientes y destacan que, en los casos en que se realizan devoluciones descriptivas y/o reflexivas, se presentan mejoras significativas en los aprendizajes. En este sentido, es importante resaltar que la retroalimentación no puede ser una práctica aislada, sino parte de un proceso integral que involucra todo el proceso de enseñanza y de aprendizaje. Asimismo, es importante destacar que cuando se habla de devoluciones formativas no se trata de comentarios sobre las cualidades de la persona o el estudiante (por ejemplo: ¡sos muy inteligente!) sino de devoluciones enfocadas en la mejora de los aprendizajes, basadas en los criterios de evaluación explicitados y con pistas que inviten a seguir profundizando (por ejemplo: “Analizás situaciones de la vida cotidiana haciendo referencia a conceptos teóricos pertinentes, y citando fuentes válidas y confiables de acuerdo a las pautas establecidas en la materia. ¡Felicitaciones! Me pregunto, ¿de qué otro modo podrías dar cuenta de lo aprendido?”).  Se identifican dos tipos de intervenciones en las devoluciones recogidas: feedback de baja orientación y de alta orientación. Si bien en este caso no se estudiaron las interacciones verbales entre docentes y estudiantes, se demuestra que el mayor porcentaje refiere a feedback de baja orientación (por ejemplo, comentarios valorativos como “¡Buen trabajo!” o ambiguos como “Completar”). Se advierte que este tipo de interacciones no promueven el diálogo y la mejora de los aprendizajes ya que no resultan lo suficientemente detalladas o específicas o incluso que solamente señalan aspectos de gramática, ortografía y/o puntuación y suelen ser palabras sueltas o tildes. De acuerdo con Hattie y Timperley (2007), para que las prácticas de retroalimentación formativa favorezcan realmente los procesos de aprendizaje, los estudiantes no solo deben recibir retroalimentación sino también deben aprender a ofrecerla. Esto requiere un trabajo profundo sobre el clima del aula y la planificación de los tiempos en los procesos de enseñanza. Además, se afirma que los docentes deben desarrollar estrategias efectivas para identificar y procesar las evidencias de aprendizaje en las interacciones formativas. Para los autores, para que la retroalimentación sea verdaderamente eficaz, es necesario que sea clara, útil, significativa y compatible con los conocimientos previos de los estudiantes. Por último, la literatura señala que es importante dotar a los docentes de una gran variedad de ejemplos de implementación de tales prácticas, para que puedan partir de ellas y lograr la confianza necesaria para modificar sus prácticas de evaluación (Black y Wiliam, 2004). James (2010) agrega que, si bien los docentes aprecian las recomendaciones prácticas, de no promoverse la reflexión acerca de los principios que las sustentan, será inevitable que la aplicación de dicho enfoque se torne mecánica o un ritual librado de sentido. Ideas para la acción Ÿ Especificar al alumnado cuáles son los objetivos de aprendizaje y cuáles son los criterios de evaluación, y retomarlos en diferentes oportunidades para que los estudiantes puedan identificar en qué lugar se encuentran respecto del desempeño esperado. Ÿ Incluir instancias de retroalimentación, preestablecidas y sistemáticas, como parte integral de las prácticas de enseñanza, en las que, a través del diálogo, se oriente a los estudiantes no solo a recibirla sino también a ofrecerla. Ÿ Utilizar protocolos para organizar y estructurar las instancias de retroalimentación. Por ejemplo: el protocolo S.E.R que invita a los estudiantes a pensar qué aspectos debe “Seguir haciendo”, “Empezar a hacer” y “Reformular”, o el de la Escalera de Retroalimentación (“Observo, Valoro, Me pregunto y Sugiero”) útil cuando se da una devolución a la producción de un estudiante. Ÿ Formular comentarios y devoluciones específicas, basadas en los criterios de evaluación considerados, que vayan más allá de estímulos genéricos como “muy bien”, “buen trabajo”, o “debe mejorar”. Proponer devoluciones que promuevan instancias reflexivas por parte de los estudiantes, enfocadas en cómo seguir avanzando en los aprendizajes. Ÿ Involucrar a los estudiantes en sus propios procesos de evaluación. Por ejemplo, a través de la construcción conjunta de los criterios de evaluación, de instancias de autoevaluación, y de la reflexión acerca de la retroalimentación recibida. • Incorporar prácticas de retroalimentación entre pares utilizando protocolos que les permitan darse devoluciones mutuamente. Además de los mencionados, otro ejemplo es el de “Tres estrellas y un deseo”, en el que los estudiantes destacan tres aspectos logrados del trabajo de su compañero/a e identifican algo a mejorar. Preguntas abiertas para seguir pensando Ÿ ¿Qué uso del lenguaje favorece el desarrollo de devoluciones formativas? Ÿ ¿Qué tipo de devoluciones favorecen la metacognición de los estudiantes en el marco de la evaluación formativa? Ÿ ¿Qué instrumentos o mecanismos pueden ser utilizados para relevar y compartir las evidencias de los aprendizajes con los estudiantes? • ¿Con qué frecuencia se han de establecer los espacios de evaluación y retroalimentación formal?

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