TRANSITANDO NUESTRAS PRÁCTICAS…. La pedagogía del sentido y la construcción de vinculo pedagógico.
Hace algunos días, en la presentación del
libro de Mariana Maggio “Educación en pandemia”, la autora caracterizaba a este
periodo como “el año que vivimos en peligro”. Si bien esta apreciación es más
que cierta, nuestra tarea en el aula requiere la constante revisión de ciertas
prácticas, cuya exacerbación produce la experimentación de respuestas negativas.
Es por eso que, en forma continua, abonamos a la pedagoga de implicación y la
generosidad como humildad paliativa al “peligro” en que vivimos. Aquello que se
aprendió y enseño en este contexto estuvo sostenido por el vinculo pedagógico. Frase
tan usada en estos tiempos. Es por esto que las emociones nunca pueden abordarse
de manera diferenciada, no se enseñan o se aprenden, se vivencian. En este
marco, será necesario poner en cuestión las apreciaciones sobre los
estudiantes, y viceversa, pensando que, como dice Marta Tenutto, no se puede
aprender de alguien en quien no se cree y no se puede enseñar a alguien en
quien no se crea (Prieto Castillo, 2005). La educación tiene como base la
confianza, el reconocimiento de lo que el otro es y puede dar de sí. Se trata
de desarrollar la autoafirmación, el desarrollo de la propia expresión, la
capacidad de comunicarse e interactuar en pos de un crecimiento sin violencia y
con alegría, a través de una pedagogía del sentido (Prieto Castillo, 2005). En este
sentido, y en torno a la pedagogía del sentido, Tenti Fanfani en “Mirar la
escuela desde afuera” sostiene que “el aprendizaje es el proceso interminable
mediante el cual los agentes incorporan la cultura. Este proceso es complejo,
pues los individuos no son simples receptores pasivos de la cultura socialmente
producida. El aprendizaje requiere una actividad que, en gran medida, es un
proceso de producción social, o, mas bien, de coproducción. Ya que no solo actúa
el que aprende, sino también una serie de agentes adultos especializados (docentes)
y no especializados (contexto, familia, medios). De aquí deriva la construcción
del vinculo pedagógico. El aprendizaje, como proceso de incorporación y
desarrollo del conocimiento en las personas, requiere condiciones sociales y
pedagógicas de producción que no están garantizadas de igual medida y calidad
para todos los miembros de las nuevas generaciones. Una política educativa
democrática tiene por objeto garantizar las mejores condiciones de aprendizaje
para todos, que no son las mismas para el conjunto de la sociedad, porque no
todos los aprendices son iguales, afirma Tenti Fanfani. Por lo tanto, el
principal objetivo de la primera educación y, en consecuencia, de la política de
educación básica consiste, precisamente en proveer los recursos suficientes y adecuados
para que todos puedan incorporar un capital de conocimientos relevantes y fundamentales,
a fin de garantizar el aprendizaje permanente, es decir, el que transcurre a lo
largo de la vida. Dos son los desafíos de una política educativa democrática en
las sociedades complejas: definir los conocimientos básicos y construir las
mejores condiciones para su desarrollo en las nuevas generaciones, entre ellas
el vínculo. El autor, en el apartado “El afuera que cambia”, que a pasar de
2008 se ajusta a nuestra realidad, sostiene que “la experiencia escolar de
docentes, alumnos y grupos familiares cambia de sentido, aunque las formas de
las instituciones “permanezcan” o parezcan conservar su nombre tradicional. Y esto
porque las instituciones sociales no son sustancias, sino que poseen un significado
que deriva de su relación con otras. Cuando
las reglas y recursos de la escuela permanecen constantes, pero cambian la
familia, la estructura social, la cultura, el mercado de trabajo, la ciencia y
la tecnología, ese “permanecer idéntico a sí mismo de la escuela” se convierte
en otra cosa, por ejemplo, en un anacronismo o en algo que ya no tiene el
sentido que tenía en el momento fundacional. Todo lo que sucede en la sociedad
“se siente” en la escuela. Seguimos pensando…
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