¿CONSTRUIR NUEVOS MARCOS PEDAGÓGICOS?
Dice Tenti Fanfani que en las
sociedades modernas es cada vez más necesario mirar “fuera de la escuela” para entender
lo que sucede en su interior. Esta idea cobre en nuestros días un significado mas
que significativo. La
escuela tiene como objetivo influir en la formación de las subjetividades de
las nuevas generaciones y, de ese modo, prepararlas para integrarse a la
sociedad en su conjunto. Por eso es importante adoptar un punto de vista
relacional para entender los complejos intercambios entre escuela y sociedad.
Lo que sucede en los diversos campos sociales contribuye a explicar la conformación
de las instituciones y experiencias escolares, y estas últimas, a su vez,
contribuyen a conformar las configuraciones de la sociedad como un todo y sus
dimensiones constitutivas. En este contexto, y más aún en un escenario de pandemia,
las relaciones entre escuela y sociedad se vuelven más complejas y dialécticas.
En primer lugar, ya no es sólo la sociedad la que tiene que adaptarse a la
escuela, sino que ahora se espera que ésta también se adapte a la sociedad, es
decir, a las características particulares de sus alumnos. Esta doble necesidad
de adaptación supone que los contenidos y reglas de la experiencia escolar no
pueden ser impuestos desde la institución, sino que deben ser el resultado de
un diálogo entre los que están adentro (los agentes escolares) y los que están
afuera (los agentes sociales tales como los alumnos, sus familias, los grupos
sociales de pertenencia, etcétera). El conocimiento de la estructura y la
lógica de desarrollo de las principales dimensiones de la vida social es cada
vez más necesario, tanto para hacer política educativa como para ejercer la
acción pedagógica en las instituciones y aulas escolares. Pero para entender lo
que sucede en la sociedad ya no sirven los viejos esquemas incorporados y
producidos en otras etapas de la evolución de las sociedades contemporáneas,
continua Tenti Fanfani. Es bien conocido
el fenómeno del desfase entre la velocidad de los cambios en la objetividad de
las cosas sociales y la persistencia de las categorías de percepción con las
que queremos entenderlas y darles un sentido. Demasiado a menudo queremos
“forzar” la realidad y adaptarla a nuestros modos de ver, que corresponden a
otro momento del desarrollo de la sociedad. Entre otros fenómenos, se observa
no sólo una marcada desigualdad en la distribución de los ingresos, sino
también la aparición de fenómenos tales como la pobreza crónica y la exclusión
social. Esta combinación de la exclusión social (es decir, carencia de empleo
formal, de ingreso, de respeto y dignidad) y la escolarización constituye un
reto para la política educativa…es preciso que quienes están escolarizados
tengan las mismas oportunidades de aprendizaje y los mismos logros en el
desarrollo de conocimientos básicos poderosos y relevantes. Para ello, ya no
sirven los modelos de intervención pedagógica homogéneos típicos de la etapa
fundacional de los sistemas educativos modernos. Hoy todo obliga a un esfuerzo
de adaptación recíproca. La escuela ya no está más allá de toda sospecha y, en
consecuencia, se ve obligada a tomar en cuenta los particularismos de todo tipo
que caracterizan a la población que frecuenta sus aulas. La pobreza y la
exclusión escolarizadas constituyen un desafío mayor para los actores e
instituciones escolares La escuela se convirtió en una institución
“sobredemandada”, recargada de nuevas funciones (alimentación, contención
afectiva, pacificación, salud), en muchos casos en desmedro de su función
original y específica. Un mejor entendimiento de la especificidad de la
cuestión social contemporánea podría facilitar una readecuación de los “modos
de hacer las cosas” y de los dispositivos escolares en función de las nuevas
características sociales y culturales de los alumnos. El conocimiento de las
condiciones sociales emergentes debería permitir evitar dos errores opuestos.
El primero es la educación como adaptación. Según algunos, la mejor respuesta
de la escuela es la simple “adaptación” a las características sociales de los
alumnos. Esto es lo que muchas veces ocurre cuando las instituciones terminan
mimetizándose con el origen social de los alumnos (“escuelas pobres para los
pobres”, “escuelas ricas para los ricos”). A su vez, refuerza el autor, tampoco
hay que caer en la tentación de insistir con viejas recetas homogéneas que
facilitan el éxito escolar para unos pocos y el fracaso de las mayorías. La
respuesta a este dilema de la adaptación y la inflexibilidad es la construcción
de una pedagogía adecuada, donde la escuela conserva un poder de iniciativa, es
decir, no renuncia a la construcción de una cultura común, pero lo hace de
manera diversificada en función de las diferentes condiciones sociales y
culturales de los alumnos que la frecuentan. y de los escenarios que se le
presentan. Para pensar…
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