PENSANDO CON COVEY...
Buenas Tardes!!!. Pensando con Stephen Covey.
La emergencia de la “desconexión” en las aulas virtuales. Más allá de la conectividad y los dispositivos… los estudiantes no están.
Leyendo a Victoria Abregú, en relación a este tipo de fenómenos: ¿Qué parte nos compromete? ¿Nos compete? ¿Qué parte nos excede? ¿Qué podemos hacer? ¿Cuáles son nuestros bordes? ¿Con quienes otros podemos articular cuando es escenario inédito, el afuera nos supera? La autora ensaya respuestas a estos interrogantes, marcando en torno al problema, un círculo de influencia y un círculo de preocupación, comenzando por indagar las causas, relevar indicadores cuanti y cualitativos (a través de encuestas, seguimiento sistemático) a fin de ajustar estrategias. Stephen R. Covey (1932 – 2012), autoridad internacionalmente respetada en materia de liderazgo, experto en familia, profesor, consultor de organizaciones y escritor. El Dr. Covey dedicó su vida a enseñar una forma de vida y de liderazgo basada en principios para construir tanto familias como organizaciones; desarrolla ampliamente la importancia de diferenciar los círculos de influencia y preocupación, en su obra “7 hábitos de la gente altamente efectiva”
…Otro modo excelente de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía. Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones… Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o emocional, creando un «círculo de preocupación. Cuando revisamos las cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación resulta evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real, y, con respecto a otras, podemos hacer algo. Podemos identificar las preocupaciones de este último grupo circunscribiéndolas dentro de un «círculo de influencia» más pequeño. Determinando cuál de estos dos círculos es el centro alrededor del cual gira la mayor parte de nuestro tiempo y energía, podemos descubrir mucho sobre el grado de nuestra proactividad. Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia. Por otra parte, las personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación. Su foco se sitúa en los defectos de otras personas, en los problemas del medio y en circunstancias sobre las que no tienen ningún control. De ello resultan sentimientos de culpa y acusaciones, un lenguaje reactivo y sentimientos intensificados de aguda impotencia.
La energía negativa generada por ese foco, combinada con la desatención de las áreas en las que se puede hacer algo, determina que su círculo de influencia se encoja. Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación otorgados a cosas que están en su interior el poder de controlarnos. No estamos tomando la iniciativa proactiva necesaria para efectuar el cambio positivo.
Entonces… El círculo de influencia incluye los aspectos que tienen que ver con el rol y las funciones a cargo: aquello que es posible y necesario asumir cotidianamente. El círculo de preocupación abarca los aspectos sobre los que no es posible operar directamente pero que aun así atraviesan las tareas del equipo directivo y que, por lo tanto, no es posible desconocer (el desempleo de los padres de los alumnos, la situación económica de la población de la escuela, etc.).
El primer círculo se refiere a los factores institucionales, mientras que el segundo hace referencia a los factores contextuales. Sobre estos últimos no es posible actuar directamente, pero sí indirectamente, articulando acciones, generando redes con otros organismos y buscando alianzas para trascender el ámbito de influencia propio. Otra forma de acción indirecta es derivar los casos que corresponda a los organismos responsables (centros de salud, organismos sociales, etc.). Existe un punto de intermedio entre desentenderse de los problemas y considerarse omnipotente; este equilibrio se logra reconociendo los propios límites, sin dejar de asumir las responsabilidades. El riesgo de intentar ocuparse de todo es que la energía y el tiempo son recursos escasos; todo lo que se pone en un lugar, necesariamente se quita de otro, o se hace a un alto costo personal (muchas veces, la propia salud). Si los problemas “externos” ocupan toda la atención, se instala la queja y solo hay acciones reactivas en función de lo que demande “el afuera”.
El desafío es actuar proactivamente en lo que depende directamente del equipo directivo, aceptando la realidad, pero sin resignarse ni desconocer los factores externos que afectan la tarea. Se trata de conocer y evaluar la situación de la escuela y la comunidad, para elegir sobre qué elementos se trabajará.
Cuando las causas son contextuales, las estrategias se deben pensar y articular con otros. Si las causas son institucionales deberá volverse sobre la propuesta que ofrece la escuela y su significatividad para el proyecto de la vida real de los jóvenes. Entonces… ¿Qué se hace o se deja de hacer como escuela que está incidiendo en este problema? En la escuela aprenden alumnos y adultos.
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